Afortunadamente la lectura sigue siendo el lugar al que retirarse de un mundo insano...
Los Cuentos de Pratt
(Historias que no son cuento...)

After Dark

After Dark

Este relato está basado en anotaciones de la bitácora de trabajo de Gabriel Alvarado,
un joven porteño que desapareció en el monte misionero en mayo de 2005, y cuya desaparición guarda extraordinarias analogías con los casos de Antonio Da Vilas Boas en Minas Geráis (Brasil) y Dionisio Llanca  de Bahía Blanca (Argentina) quienes, sin embargo no desaparecieron (consultar en la web) y pudo escribrirse gracias al invalorable aporte del cazador Bruno Saccone, quien nos facilitó la mencionada Bitácora y nos hizo un circunstanciado relato del lugar y los hechos.
   Un sonido sordo
y apagado y un imperceptible movimiento le indicaron que el micro estaba en movimiento. Sus pocas pertenencias estaban en la baulera y a su lado descasaba el bolso con sus instrumentos, la notebook y la pistola. Le esperaban mas de veinticuatro horas de viaje por lo que se preparó mentalmente a soportarlo, había aprendido la técnica de desconectarse de la realidad cuando estudiaba en la universidad... cerraba los ojos e imaginaba estar en un paraje extraño y tranquilo, con una suave brisa refrescándole la cara y una música suave de fondo.
Al cabo de catorce horas el viaje se había convertido en un infierno de quietud y movimiento, estar anclado al asiento se le hacía insoportable y el casi suave movimiento del bus lo mareaba y le provocaba náuseas, de nada valía intentar aplicar su técnica ni volver a ver las tres películas que había cargado en el mp4, decidió tomar una de las pastillas que su compañero de pensión le había dado para estos casos. Así pudo dormir y las siguientes nueve horas se le hicieron mas llevaderas.
   Llegó a El Dorado en la provincia de Misiones una fresca mañana de abril. Miró con ojos asombrados aquel paraíso verde y rojo, que se extendía hasta donde daba la vista, verde vegetal y rojo de la tierra. Nunca había estado en un lugar así y tenerlo al alcance
de la mano le provocó la íntima satisfacción de haber alcanzado la meta.
   Preguntó a un almacenero por la dirección que le habían dado y se dirigió a la oficina de Tropos, la empresa para la cual trabajaría los próximos doce meses.
Su flamante título de ingeniero forestal y su condición de hombre soltero y con disponibilidad de tiempo le habían abierto las puertas de ese lucrativo empleo, que, sin embargo, planeaba usar como puente para lograr un emprendimiento propio. Se presentó con el administrador, un hombre de origen polaco de facciones duras pero temperamento amable que le explicó básicamente cual sería su trabajo en el próximo año.
La tarea era sencilla, se trasladaría al monte y viviría e
n lo que allí se llaman habitáculos, una especie de iglú de plástico reforzado que  están construidos en gajos como una mandarina y pueden ser fácilmente transportados a cualquier parte donde se necesiten, tienen un acceso y tres ventanales que permiten ver a todas partes, se auto abastecen de energía con paneles solares y un pequeño generador a combustible, tiene capacidad para seis personas (aunque por su tarea él estaría solo) y cuentan con baño y cocina.


      

  Vio las fotos y le pareció lo suficientemente confortables para afrontar la soledad en la que se encontraría, sin contar con que estaría solo en lo profundo del monte y a muchos kilómetros de cualquier lugar. El trabajo básicamente era recorrer aquel monte virgen en descubierta de madera, como lo llaman allí, es decir, encontrar y clasificar las especies forestales valiosas, marcar su posición con un GPS, para que luego las cuadrillas de talado los encontraran con facilidad. Debía también evaluar las posibilidades del campo para plantar las especies que le interesaban a la empresa y realizar el mapa topográfico del terreno a forestar.
El trabajo no lo impresionó en absoluto, ya que era para lo que se había preparado en la universidad... solo lo molestaba un poco el hecho que debía estar solo en el monte durante varios días, en un lugar que seguramente era frecuentado por contrabandistas, cazadores furtivos y “palmiteros”, unos sujetos que talaban de forma ilegal la palmera euterpe edulis para quitarle los cogollos (palmitos) y envasarlos y comercializarlos de manera clandestina.
- No se preocupe Gabriel, le dijo Ernesto Morawiki, el gerente de la empresa, en el habitáculo tendrá una escopeta del 12 para espantar los palmiteros, pero le cuento que hasta ahora no hemos visto a ninguno cerca de los diez iglúes que tenemos.
- Espero no encontrarme a nadie, y que nadie me encuentre a mi, le respondió en tono jocoso Gabriel Alvarado, mientras posaba su mano en el bolso donde descansaba la vieja Colt .45 que su padre le había dejado al morir y que era una de las pocas pertenencias que poseía, sin embargo prefirió guardar silencio sobre su arma, ya que era mejor no despertar impresiones equivocadas en su flamante patrón, al enterarse que él viajaba armado.
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   Una semana después y ya perfectamente anoticiado de sus labores, entrenado con los equipos que usaría y con la ropa provista, abordó una de las 4 x 4 de la empresa y se dirigió junto con el guía y dos ayudantes al sector de monte que le habían asignado.
El viaje fue tortuoso y accidentado, la picada, apenas insinuada en lo cerrado del monte misionero estaba obstruida en varios tramos por troncos caídos y gruesas ramas, las que había que cortar con motosierra y retirar para que pudiera avanzar la camioneta.
El guía, al ver la expresión preocupada del porteño le dijo:
- Quédese tranquilo, Gabriel, si le pasa algo y no se lo comen las hormigas o algún yaguareté antes, lo podemos sacar en veinte minutos con el helicóptero... mientras lo miraba con gesto jocoso y una gran sonrisa campesina
- Como hago para avisarles si me pasa algo?
- Fácil amigazo, ese GPS que lleva también es un emisor, si le pasa algo basta con que active la tecla de emergencia y ya está, el helicóptero sale a buscarlo, lo mas que se puede tardar es sacarlo del monte hasta algún claro, pero quédese tranquilo hombre... acá nunca pasa nada.
La risa franca del guía lo tranquilizo bastante, aunque los peligros propios del monte no le eran desconocidos, una cosa era haber leído sobre ellos y otra, muy distinta, era vivirlos.
Luego de seis horas de barquinazos paradas y zarandeos llegaron a un pequeño claro y se detuvieron.
- Desde acá seguimos a pié, aclaró el guía.
Los ayudantes cargaron los paquetes con los alimentos y el equipo para el habitáculo, mientras que Gabriel y el guía llevaban el resto.
En una de las paradas, Gabriel se detuvo un momento alejándose del resto, abrió su bolso y tomando la pistola corrió una bala a la recamara y la calzó en el cinturón a la altura de la cadera, “por las dudas” pensó...
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   Llegaron al habitáculo cuando caía la tarde, le sorprendió esa estructura que parecía una gigantesca manzana en medio del monte. Habían desbrozado un amplio lote, casi pegado a un arroyo de aguas increíblemente frescas y cristalinas. El paisaje era conmovedor, hacia el frente una elevación en forma de sierra cerraba la vista, a la derecha el arroyo y hacia todos lados monte, cerrado, majestuoso.
El sol se estaba escondiendo entre las copas de los árboles mas altos y pensó que después de todo había tenido suerte, mucha suerte.
Esa noche durmieron todos allí y el guía le enseñó el funcionamiento del habitáculo, la cocina, el equipo de comunicaciones, las conexiones para la laptop y como debía cargar el agua del arroyo en el tanque para el uso sanitario. Gabriel estaba fascinado con el lugar y casi no pudo pegar un ojo esa noche.
Durante la madrugada disfrutó de los mil y un sonidos nocturnos que se producen en el monte, tan silencioso de día, tan parecido a un escenario vacío.
En la mañana sus acompañantes partieron y se quedó solo. Aprovecho para acomodar sus cosas, instalarse y colgar una hamaca paraguaya que había traído y que prefería a las rudas e incómodas literas del habitáculo. Decidió que haría su primera recorrida en la tarde, por que paseó un poco por los alrededores reconociendo el territorio y los confines del arroyo. El lugar era encantador, y a no ser por la perfecta y estremecedora soledad en la que se encontraba, se parecía mucho a un paraíso soñado. Los temores llegarían poco a poco...
Su plan de trabajo era sencillo. Seis horas diarias de caminatas en las cuadrículas en las que había dividido el terreno, demarcación de los arboles valiosos, identificación de las posiciones de cada uno y vuelta. Luego en el habitáculo preparar el informe y enviarlo por Internet a la oficina junto con la fotografía de  cada “palo” como le decían allí a los troncos. Luego cocinar, asear el habitáculo y a si mismo y después ver alguna película o conectarse por la red con los otros prospectores (junto con él había otros cinco ingenieros haciendo lo mismo), y a dormir... así las dos semanas completas que pasaría allí hasta que llegara el relevo, luego una semana de descanso en El Dorado o Posadas y vuelta al habitáculo hasta que el trabajo terminara.
Esa primera noche en soledad cocinó un trozo de carne que había traído especialmente junto con una pequeña botella de sidra que trajo para festejar su nuevo empleo. Cenó tranquilamente y se dispuso a dormir en la hamaca.
La noche transcurrió sin incidentes (salvo el constante bullicio de los insectos, mantenidos a raya por los mosquiteros de las ventanas...) y al despertar por la mañana le costó recordar donde estaba.
La caminata en el monte le trajo los mil y un olores de la selva y lo sorprendió una vez mas el profundo silencio reinante, tan parecido a un gigantesco teatro vacío.
Por la tarde pasó la información recogida. Había hallado especies verdaderamente valiosas y sus empleadores estaría satisfechos. Cenó liviano y se dio una ducha en el diminuto baño del recinto, luego intentó ver un film por Internet, pero el sueño lo venció.
Se despertó sobresaltado, como siempre, le costó recordar donde estaba, algo le llamó la atención de inmediato. El silencio. Ningún sonido de insecto o animal se oía. Primero pensó que había dormido demasiado y era de día, luego entendió que no, dada la oscuridad reinante. En ese instante dos relámpagos de luz muy intensa iluminaron el interior del habitáculo.


                


- “Tormenta”, pensó mientras esperaba el sonido del trueno.
Sin embargo este no llegó, decidió levantarse a mirar por una de las ventanas y se sorprendió de ver la noche estrellada.
- Qué raro, hubiera jurado que fueron relámpagos.
En ese instante notó que se apagaban algunas estrellas... salió del habitáculo para ver mejor y comprendió que un objeto oscuro que se desplazaba por el cielo iba ocultando las estrellas a su paso.
- Y eso?... las nubes de acá son mas oscuras que el cielo nocturno? Raro.
Siguió un rato mas despierto pero como nada pasó, volvió a dormirse. Eran las tres y treinta de la madrugada.
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   El siguiente día hacía calor, por lo que el relevamiento de los palos se le hizo pesado y debió parar un rato a mediodía a descansar. Mientras estaba sentado en un tronco bebió un poco de agua de su cantimplora y se fascinó viendo las aves de magníficos colores que andaban por allí. En eso estaba cuando notó algo extraño. Varios arboles tenían la punta de la copa quebrada, todos siguiendo un patrón geométrico, como si algo que venía por el aire los hubiera golpeado y quebrado todos a la misma altura. Se puso en marcha siguiendo aquella línea de destrucción y llegó a un pequeño claro que le impresionó por lo perfecto del circulo que formaban los troncos y ramas cortados y desparramados por el suelo. Todo parecía aplastado y girado en el sentido de las agujas del reloj en un diámetro de unos treinta y dos metros.
Decidió fotografiar todo el lugar , incluso las copas tronchadas de los árboles, estando en esa tarea notó que en el lugar la temperatura era mucho mas alta que en los alrededores. Anotó en su libreta todas las circunstancias y decidió finalizar la tarea del día y volver al habitáculo para comunicarse con su jefe y transmitirle lo visto.
- Le digo, Ernesto, que es la cosa mas rara que haya visto...
- Algún palo importante se perdió en ese remolino? Preguntó el encargado, a quien evidentemente le importaba mas las perdidas que la noticia.
- No, era un pedazo de monte sin nada valioso, pero me parece algo raro, será que están preparando un lugar para arrojar droga o algo así desde el aire?
- Ni idea, Gabriel, ante esa eventualidad esté alerta y avísenos si ve aeronaves por la zona, ordenó
- Perfecto, lo mantengo al tanto... corto y fuera.
El jefe miró al empleado de comunicaciones que estaba a su lado y le dijo:
- Me parece que este pibe estuvo tomándose unos traguitos allá en el monte, espero que no haga cagadas.
- Así parece jefe
- Por las dudas estáte atento a lo que transmita, si empieza con boludeces avisame.
- Ok jefe...
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Esa noche buscó por la web a ver si encontraba algo parecido a lo que había visto, pero no encontró nada significativo, por lo que decidió retirarse a dormir. Los insectos matizaban la noche con sus mil y un sonidos y reclamos.
Pasadas las tres de la mañana lo despertó un calor insoportable, estaba completamente transpirado, por lo que bajó de la hamaca a beber agua fresca... mientras se servía un vaso, vio en la oscuridad del monte dos luces que se desplazaban en forma paralela y de derecha a izquierda, por la parte media del cerro que flanqueaba el habitáculo por el frente, primero pensó que se trataban de las luces de un camión, idea que descartó inmediato, dado que en ese lugar solo había monte cerrado y una ladera con un ángulo muy escarpado... además las luces daban la impresión de desplazarse por el aire y no entre arboles. En ese momento las luces enfocaron al habitáculo, dejando a Gabriel momentáneamente ciego. Un segundo después, al recuperar la visión, el par de luces habían desaparecido.
- Esto no es normal. Pensó, mientras sacaba la escopeta del armario y le colocaba ocho cartuchos con postas
Volvió a acostarse, pero esta vez con la pistola bajo la almohada y la escopeta al alcance de la mano. Mientras trataba en vano de volver a dormir, elaboró múltiples hipótesis sobre el origen de las luces y lo demás. Nada le cerraba en una explicación que lo tranquilizara.
Cuando en la mañana siguiente le comunicó la noticia a su jefe por radio todos en la oficina central de Tropos se miraron extrañados...
- Qué está pasando con el pibe, jefe? Preguntó el operador de radio a Ernesto
- Y yo como podría saberlo?, respondió de mala gana... quizá le dio fiebre de cabaña... (la fiebre de cabaña es un trastorno síquico que padecen algunas personas que están confinadas solas en lugares aislados.
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El trabajo esa mañana le hizo olvidar un poco el miedo que había tenido la noche anterior. A mediodia el calor volvió a ser inusual, por lo que acampó bajo un grueso tronco caído y se dispuso a comer unas galletas que llevaba consigo. En eso estaba cuando algo le sucedió.
Estaba tomando un trago de agua cuando tuvo la clara sensación de que estaba siendo observado... lentamente dejó la cantimplora en el suelo y con suavidad extrajo la pistola del cinto y le quitó el seguro mientras se daba vuelta con gesto casual...
El espanto lo paralizó. En lugar de encontrarse, como imaginaba, con uno o varios palmiteros o contrabandistas, lo que vio lo dejó extático...
Tres personas estaban paradas observándolo entre los árboles... pero no eran normales, algo extraño había en ellas... algo no humano. Dos parecían hombres y eran un poco mas bajos que la tercera que tenía aspecto de mujer, ninguno de los tres superaba el metro sesenta de altura y tenían facciones orientales, de aspecto tibetano o mongol, los “hombres” eran calvos y la mujer tenía el cabello largo, muy negro y completamente liso... de bocas muy pequeñas y casi sin labios, con la nariz y las orejas apenas insinuadas en el rostro se destacaban los grandes y rasgados ojos orientales que lo miraban con profundidad. Los tres vestían una especie de mamelucos muy ajustados de un color oscuro e indefinible y llevaban una especie de arma o instrumento en un costado del cinturón.
Se acercaron a Gabriel sin hacer prácticamente ningún ruido. Como en un sueño los vio acercarse sin poder ni siquiera moverse, no ya levantar el arma.
Al llegar a su lado una de estas personas sacó un instrumento de su cinturón y le tomó una de las manos mientras el otro le saco la pistola y la dejo en el suelo. El primero le clavó un aparato con tres agujas entre los dedos medio y anular de la mano izquierda y en ese momento perdió el conocimiento,
Despertó en un recinto circular. Estaba desnudo sobre una especie de mesa o cama de un material desconocido y muy blando. Alrededor no se veían muebles ni tampoco puertas o ventanas y el lugar estaba iluminado por una especie de luminosidad que parecía salir de las mismas paredes. Se sentía raro.
En un momento una especie de humo o niebla de color naranja fue inundando el lugar y el se sintió de manera cada vez mas rara... se estaba excitando. En ese momento una de las paredes pareció abrirse y la mujer entró. Estaba desnuda, su cuerpo era menudo y delgado, sus senos apenas destacaban en el pecho y su sexo era diminuto, carecía por completo de vello. Se acercó a Gabriel y al contacto con su cuerpo sintió algo parecido a una intensa descarga eléctrica. Sus sentidos se embotaron y se sintió arrastrado a una cópula lujuriosa e interminable...
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Despertó  en su hamaca con el dolor de cabeza mas fenomenal que hubiera sentido nunca. Le costó muchísimo ponerse de pié, a un costado estaban sus cosas, estaba vestido y su pistola estaba junto a el. Era de noche y no entendía que hacía allí. Bebió casi un litro de agua con gran avidez y consultó su reloj, eran las tres de la mañana.
No sabía que hacer, si llamaba a sus empleadores y les contaba lo que le había sucedido, seguramente no podría seguir en el trabajo... tomó varios comprimidos de los que le había dado su amigo y se sentó en el piso, estaba mareado y sin fuerzas... solo atinó a trabar la puerta del habitáculo con una vara y a colocar la escopeta cerca de sí antes de dormirse profundamente.
Despertó con las luces de la mañana. Se sentía mejor pero profundamente perturbado y sin saber que hacer. En eso sonó la señal de reclamo de la radio, era el jefe que quería saber porque la noche anterior no había enviado el informe diario.
Le mintió diciéndole que la laptop había tenido un desperfecto y que le enviaría los dos esa misma tarde.
Se baño en el arroyo y sus aguas frías lo calmaron lo bastante para hacerle pensar que tal vez había sufrido alucinaciones y que lo mejor era olvidar el incidente y seguir adelante, sin embargo decidió escribir un relato circunstanciado de lo que le había ocurrido en su cuaderno de bitácora. El resto de la mañana trabajó en las dos cuadriculas que debía, agregando la escopeta a su equipo, además de la pistola, y por la tarde envió los informes correspondientes. Todo ese día lo pasó con temor y mirando insistentemente hacia atrás, siempre esperando ver a aquellos seres entre los árboles...
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Los días fueron pasando sin otros incidentes hasta que llegó su relevo. Entregó los instrumentos y las llaves del habitáculo a su reemplazo y en la misma 4 x 4 que lo había traído volvió a El Dorado.
- Y amigazo?, que tal sus primeros quince días? Como lo trató el monte?
- Bien, bien, se limitó a decir Gabriel, por supuesto no se le ocurrió mencionar una palabra sobre el incidente.
En el despacho de su jefe recibió la paga y las llaves del departamento de Posadas que la empresa ponía a disposición de los empleados para el período de descanso.
- Y Gabriel?, siguió viendo luces raras ?, preguntó Morawiki en tono de broma.
Gabriel solo respondió con una sonrisa y se marchó a la estación de micros.
Los días en Posadas pasaron sin alternativas, no podía dejar de pensar en lo sucedido y evaluaba la posibilidad de no volver al trabajo. Por las noches, el recuerdo de aquella mujer extraña y lo que había sentido volvían una y otra vez. Y al pensar en los ojos algo le producía un cosquilleo en el estómago.
Habló por teléfono con su amigo Bruno y le contó lo que le había sucedido... su amigo lo conocía bastante para saber que no estaba inventando nada. Se estremeció y le preguntó si pensaba volver allí. Gabriel le respondió que si, después de todo solo había sido un enorme susto o poco mas.
Esa fue la ultima vez que habló con su amigo Gabriel.
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Los primeros cinco días de trabajo en el nuevo período de relevamiento transcurrieron sin novedades, poco a poco fue olvidando el susto experimentado y los días se hacían rutinarios, no olvidaba a aquella mujer extraña, sin embargo.
La noche del sexto día terminó de cenar temprano e intentó ver una película por Internet, no pudo hacerlo ya que la pantalla ondulaba y reverberaba impidiéndole ver nada. Salió fuera del habitáculo a mirar las estrella antes de dormir y fue en ese momento que sintió una sensación que le erizó los cabellos de la nuca. Sintió que lo observaban.
Al darse vuelta la vio.
Estaba parada justo en el límite del monte, detrás, lejos, se veía una luminosidad entre los árboles.
Entendió que estaba frente a una decisión. Todo se resumía a un si o un no. Nada sabía de la procedencia de esa mujer, ni donde quería llevarlo, pero en el gesto inconfundible de ella al llevarse las manos al vientre entendió que algo muy profundo lo uniría para siempre a ella.
No miró atrás ni una sola vez al salir del habitáculo con su bolso y sus pocas cosas para marchar tras ella.
Una fuerte luz pudo verse desde varios kilómetros elevándose al cielo desde el monte misionero... hasta perderse en la negrura de la noche.


             
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Dos días después el helicóptero de la empresa aterrizaba en un claro cerca del habitáculo 7,  en vano buscaron varios días algún rastro de Gabriel Alvarado, nadie nunca mas volvió a verlo ni a tener noticias de él. Las pocas cosas que dejó en el habitáculo le fueron entregadas por la policía  a su amigo Bruno Saccone, entre ellas la bitácora diaria que nos permitió reconstruir los últimos días de Gabriel en Misiones.

 
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