Afortunadamente la lectura sigue siendo el lugar al que retirarse de un mundo insano...
Los Cuentos de Pratt
(Historias que no son cuento...)

Visitantes de dormitorio

Visitantes de dormitorio


Walter se despertó sobresaltado... un sabor amargo en la boca y una sensación de profundo mareo le embotaba los sentidos, además, un dejo de miedo visceral le rebotaba en la mente,  pero no podía identificar su origen.
En la oscuridad del cuarto, la tenue luz que entraba por los iluminadores era suficiente para que pudiera ver a su mujer durmiendo tranquilamente a su lado. Todo parecía estar bien y sin embargo, la sensación de miedo seguía... la ventana entreabierta dejaba entrar una suave brisa, no recordaba haberla dejado abierta, pero decidió levantarse a cerrarla,
Corrió la cortina y miró el parque desde la planta alta de su quinta; todo era quietud y silencio, solo las copas de los arboles se mecían al viento. Las perras no estaban a la vista y todo parecía dormido, pero no podía tranquilizarse.


El reloj marcaba las tres y quince.
A la mañana siguiente la sensación no desaparecía, algo no estaba bien pero no podía decir qué... se miró detenidamente en el espejo recorriendo la línea de las ojeras que la noche pasada le habían dejado como recordatorio de no haber dormido bien. Fue entonces que descubrió una pequeña marca sobre la ceja derecha, a un costado de la frente. Era una pequeña cicatriz con una imperceptible gotita de sangre, pasó su dedo sobre ella y experimentó un  agudo pinchazo, algo había allí, como una especie de espina. En eso escuchó a sus hijos que lo apuraban desde el comedor, se lavó entonces los dientes y salió.

Durante el día las obligaciones de su trabajo le hicieron olvidar el incidente, sin embargo, una especie de preocupación subyacente seguía allí en su cabeza. También comenzó a dolerle la unión de los dedos medio y anular de la mano izquierda... al examinarse descubrió tres pequeños pinchazos equidistantes en la piel que une ambos dedos. Algo raro que no podía explicar.
Esa tarde estuvo tratando de recordar que es lo que había pasado, examinó la posibilidad que algún insecto o un animal hubieran entrado en su dormitorio y le hubiesen picado, ya que otra cosa no se le ocurría. Sin embargo desde el fondo de su mente algo le decía que eso no era así.
Cenó liviano ya que quería dormir para recuperar el cansancio provocado por la noche anterior, para hacerlo aún mas fácil, tomó un comprimido de un relajante natural.
Dormía profundamente cuando algo lo despertó.
Se sentó en su cama y miro alrededor, todo era quietud y silencio, su mujer dormía respirando suavemente, miró el placard y los iluminadores que estaban sobre él y dejaban pasar la luz de la Luna, a su lado estaba la abertura que comunicaba al altillo y cuya portezuela había sacado la semana anterior para barnizarla. En su hueco solo se veía oscuridad. Volvió a acomodarse en la cama y cerró los ojos.


                                   
En ese momento otro ojo enorme y negro perteneciente a una cabeza de gran tamaño y color gris claro se asomaba apenas por un costado del hueco del altillo y lo observaba.
La mañana siguiente despertó con un fuerte dolor de cabeza, justo sobre su ojo derecho, al tocarse sentía la punzada en el mismo lugar del día anterior. Le pidió a su mujer que lo revisara, ya que no veía bien de cerca y aún no tenía sus anteojos listos.
- Tenés algo clavado en la frente, le confirmó su mujer
- Fijate si podés sacármelo, debe ser alguna astilla...
- No, le respondió, es mas bien como un pedazo de metal o una viruta de acero... quedáte quieto..
Su mujer logró extraerlo, no sin esfuerzo, y se lo entregó, extrañada.
Al tenerlo en sus manos y con la ayuda de una lupa descubrió que era metálico, del tamaño de un grano de arroz y con una especie de pelos que salían espaciados desde los costados. Decidió guardarlo en un frasco de vidrio. “Quizá sea algo que me pegó en la cabeza cuando anduve en la moto sin el casco”, pensó y se convenció.
Esa noche dobló la cantidad de tranquilizante, quería dormir de un solo tirón y sin sobresaltos. Cenó lo mínimo y se acostó bien temprano, para, al fin, poder descansar.
Las horas transcurrían lentas y a las tres y catorce se despertó de golpe. Se sentó en la cama y como en un sueño observaba la ventana que daba al parque...
Lentamente comenzó a abrirse y a entrar la brisa por ella, esto le produjo miedo, pero no podía moverse ni ensayar ningún movimiento, estaba paralizado.
Horrorizado veía como cuatro figuras pequeñas entraban por la ventana, tenían no mas de un metro veinte de estatura, de cuerpos extremadamente delgados, largos brazos y de un color gris pálido semejante a la tiza sucia.
En ese momento comienza a experimentar una sensación que jamás había sentido, se eleva de repente en el aire mientras su cuerpo va girando, ingrávido, hasta colocarse boca abajo, trata de gritarle a su mujer que duerme allí, a un metro por debajo de donde el se encontraba ahora en el aire, pero ningún  sonido sale de su boca, está completamente paralizado, a excepción de sus ojos que con espanto ven ahora acercarse a esos seres, comprobando con horror que no podía verles las caras, solo se distinguían dos enormes manchas negras donde debían estar los ojos.
Uno de ellos tiene un objeto delgado como una aguja de tejer en la mano y el extremo de ese objeto brilla con una intensa luz, la dirige justo hacia su cabeza y le toca uno de los extremos de la frente.

El despertador sonaba y sonaba pero le costaba despertarse... “vaya sueñito el que tuve, pensó. Mejor no abro la boca o me tomarán por loco”. Esa mañana en el trabajo tuvo vértigos, mareos y una fuerte jaqueca. Sin embargo se resistía a creer lo que le había pasado la noche anterior, y pensaba que quizá el tranquilizante le había producido alucinaciones o esa era la pesadilla mas bizarra que hubiera experimentado nunca. Como fuera, no lo comentó con nadie, pero discretamente le consultó a su mujer si había pasado o notado algo raro esa noche, a lo que su mujer respondió negativamente.
Esa noche no podía dormir, incluso había preparado su pistola 9mm, la que descansaba sobre la mesa de luz, como fuera, se había propuesto que no volvería a pasarle ni volvería a soñar algo así esa noche...

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Para la tercera noche sin casi poder dormir, el sueño pudo mas y lo venció.
Mientras desayunaba trató de recordar lo que había soñado esa noche, solo se acordaba de algo prácticamente absurdo, soñó que debajo del tanque de agua, en el techo de una quinta vecina había visto un pedazo de una bañera antigua, que tenía aún colocada la grifería y que en uno de sus bordes tenía un elaborado dibujo en colores de una cascada de flores que parecían caer hacia el agujero de desagüe de la misma bañera; lo curioso era que había visto aquello mientras flotaba en el aire en dirección a una luz en el cielo....


                 

Por recomendación de su médico de cabecera visitó al siquiatra, quien pacientemente logró tranquilizarlo y convencerlo que aquellas imágenes  oníricas respondían a sucesos de su infancia, y que esos seres en realidad eran conflictos no resueltos... medicación mediante, las cosas volvieron a su cauce y los poderosos somníferos le aseguraban un sueño tranquilo y sin despertares nocturnos...
Así las cosas solo el pequeño fragmento de metal que dormía en un frasco en el fondo de un cajón parecía ser el único testigo de aquellos extraños sucesos, ahora devenidos en conflictos infantiles no resueltos...

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A tres meses de aquellos incidentes, Walter había olvidado por completo los mismos, si bien en ocasiones sentía la necesidad de trabar la ventana e incluso dormir con la pistola sobre la mesa de luz...
En esos días su vecino le pidió ayuda, era un chico joven y no entendía demasiado de tejas y tirantes, mientras le explicaba la mejor manera de instalar un cabio, notó algo que destacaba entre los escombros y tejas rotas que habían sacado del techo... era un trozo de una bañera que tenía un elaborado dibujo de flores en cascada...


                                   
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