Afortunadamente la lectura sigue siendo el lugar al que retirarse de un mundo insano...
Los Cuentos de Pratt
(Historias que no son cuento...)

Carola

Carola

 

Carola siempre fue una nena solitaria. Sin hermanitos y viviendo en ese pequeño departamento perdido en el último piso de ese enorme y frío edificio sus posibilidades de hacer amigos eran remotas. Papá no estaba (nunca había estado, ni lo había conocido) y mamá trabajaba muchísimo y solo la veía en casa a partir de la tarde; pero ella siempre se hacía un ratito para jugar con Carola entre cuaderno y cuaderno sobre la mesa (era maestra y corregía TODO el tiempo...).

La que estaba casi todo el día con ella era Cecilia, la amiga de su mamá y que ganaba unos pesos siendo su niñera... a Cecilia le gustaba mucho la tele y pasaba las horas soñando con los galanes de las novelas, le hacía el almuerzo y la leche de la tarde, pero los desayunos eran de mamá y el gran momento del día era la cena, donde mamá y ella se ponían al día, charlando y riendo ruidosamente entre milanesa y milanesa.

Después venía el broche de oro... ¡a mirar la tele en la cama! Ahí seguían las risas pero con cosquillas... después, despacito despacito, el sueño le ganaba a lo ojos y solo el ring ring del despertador avisaba que empezaba otro día.

Carola pasaba bastante tiempo en el balcón, que era como una jaula de vidrio entre las nubes... o como un avión. Desde allí miraba la ciudad y los autos (que se veían chiquitos y veloces como bichitos ahí abajo). También veía la gente, que como hormigas corrían de aquí para allá, y deseaba ser pronto grande para correr ella también junto a todos los demás, porque pensaba que eso es lo que hacía la gente grande, correr todo el día de un lado a otro.

Pero lo mejor de la semana eran los sábados a la tarde donde junto a mamá y Cecilia salían a hacer la compra semanal y a mirar ropa. Carola estudiaba todos los movimientos, miradas y gestos de su mamá cuando se paraba frente a las vidrieras y deseaba ser grande para hacer como ella.

Aún con todas éstas cosas, a la vida de Carola le faltaba algo, si bien jugaba con sus muñecas (y algunas hablaban)...  ¡todas decían siempre lo mismo!. Carola quería una amiga, alguien con quien jugar... alguien a quien contarle cuanto quisiera tener un papá.

Un día escuchó muchos ruidos en el departamento de al lado y un gran movimiento en los ascensores. Alguien se había mudado al 7° C.

Dos días después vio una nena sentada en el balcón del departamento de al lado como ella misma lo hacía todas las mañanas, la nena la miró con una gran sonrisa y la saludó con la mano. Ella le devolvió el saludo y la sonrisa.

Esa noche le contó a su mamá de la nena en el balcón y le preguntó si podía ser su amiga... por primera vez en su vida la mamá le desvió la mirada y le dijo: “tal vez”.

Carola no entendía nada... si esa nena vivía al lado de su departamento por qué no podía ser su amiga? Cecilia tampoco le aclaró el asunto.

Todas las mañanas las dos nenas miraban a los autos-bichitos y a las gentes-hormigas que corrían allá abajo. Cada una en su balcón-avión de vidrio, a tres metros una de la otra pero tan lejanas como la luna.

Así fueron inventando un lenguaje de señas, una le señalaba a la otra los enormes y panzones bichos-colectivos de color amarillo que al parar desparramaban cantidad de hormigas-gente que primero bajaban apuradas mientras otras subían aún mas apuradas... también se divertían a lo grande con las morisquetas que les hacían los obreros que trabajaban en la construcción del edificio de enfrente. Con los días se hicieron amigas silenciosas (no se podía hablar de balcón a balcón) pero de todas maneras se las arreglaron para divertirse y reírse de todo... de los pajaritos que a veces paraban en uno u otro balcón... de la ropa que una le ponía a sus muñecas o los dibujos que hacía la otra.

Una tarde una señora apareció en el balcón-avión de la amiga de Carola, la miró y una gran sonrisa se dibujó en su cara. Carola entendió que le preguntaba a la nena quien era su amiguita del otro balcón, hablaron un rato (pero Carola no oía nada, claro) y cuando la alzó en brazos ambas la saludaron con la mano. Carola saludó también y sin saber por que, se puso muy contenta.

Así siguieron los juegos entre los balcones-aviones y las dos nenas de piso 7. Llegó el invierno y el frío no las corría; sin haber hablado nunca entre ellas ya eran grandes amigas... Carola solo se ponía triste cuando la mamá de su amiga se la llevaba adentro, pero a esa hora también llegaba su mamá y seguía la diversión.

Una tarde Carola vio a la señora del balcón hablando en el pasillo del ascensor con su mamá. Cuando entró tenía la cara iluminada y una gran sonrisa, le dijo que hoy se tenía que poner muy linda porque tendría una fiesta. Carola estaba feliz, ésa era su primera fiesta y no entraba en si de la emoción. La mamá le puso su mejor vestido le peinó los largos cabellos con el cepillo una y otra vez, le puso una hebillita, la perfumó y le dio un paquete con un gran moño rosa para llevar a la fiesta.

Juntas fueron por el pasillo hasta la puerta del  7°C.

Cuando se abrió la puerta vio a su amiguita y por primera vez escucho su voz y su risa... le dio el paquetito tal como le había indicado su mamá y entró directo al Paraíso...

_ Quedate tranquila, Olga; soy maestra en una escuela especial y estoy acostumbrada a los chicos con Síndrome de Down, dejala tranquila, mi nena está está fascinada con Carola y ya son grandes amigas sin haberse conocido...

La mamá de Carola se alejó por el pasillo con una lágrima y una sonrisa juntas en la cara.

El mundo de Carola cambió para siempre a partir de ese día, tenía una amiga con quien compartir el balcón-avión, las muñecas y las tardes... ahora solo le faltaba un papá para ser totalmente feliz; pero el destino ya le estaba preparando una linda sorpresa respecto a eso...

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