Afortunadamente la lectura sigue siendo el lugar al que retirarse de un mundo insano...
Los Cuentos de Pratt
(Historias que no son cuento...)

1976 - Ivana y Mimi

1976 – Ivana y Mimí



          


Por aquella época todo me parecía raro y maravilloso, el mundo era un lugar fascinante e inexplorado que comenzaba dificu
ltosamente a transitar con la pesada carga de estar solo contra todo y contra todos.

   En el colegio me sentía m
uy bien, los profesores no se animaban a salir de sus casas y la cosa se ponía cada vez mas oscura, los militares ocupaban todos los espacios, con una presencia ominosa que no veíamos o no queríamos ver, pero que estaba ineludiblemente allí...  la gente solo “desaparecía” simplemente...
Pero allí estaban las seis horas libres al día en el colegio, con su promesa de diversión, charlas intimas, cigarrillos libres en el baño “del fondo”; los nuevos, los que había mandado hacer Gigena, y que tenían esos azulejos que hoy me traen tantos y tan gratos recuerdos, con sus flores amarillas que añoro tanto...

   Fué por esos días que con el “Pato” Manrique y el “Gato” Retta conocimos a Mimí, ella rondaba los treinta y era aun muy guapa, idéntica a una de nuestras compañeras, Ivana, de la cual ya por aquel entonces estaba yo perdidamente enamorado con aquel amor entre infantil y adolescente que dolía tanto por las noches, claro que la rusa no me registraba, como creo que no registraba a nadie, por esa mezcla de carácter taciturno y una niñez que le costaba terminar a pesar de tener catorce.
   Mimí era un sol para los tres y nos enseño todo lo que un hombre debe saber frente a una mujer sin ropas, recuerdo que no podía dejar de visitarla... a cualquier hora... casi todos los días... era una atracción sublime y enfermiza, una explosión de hormonas que el sexo exacerbaba de manera brutal.
   Ella me recibía siempre, aun cuando a veces estaba acompañada... creo que en su sabiduría de experta en lujuria intuía que en realidad yo no le hacia el amor a ella, sino a la rusita que ocupaba mis relatos de almohada...
Me miraba con los ojos brillantes y celestes cuando todo estaba en calma, y yo me ahogaba con un  cigarrillo que no sabia fumar, contándole como estaba perdido por aquella rubiecita de rulos, huraña y esquiva, tan infantil quizá como yo mismo lo era.
Mimí me acariciaba despacito mientras pensaba, quizá, en cuanta suerte tenía aquella niña que se le parecía y que, sin saberlo, despertaba aquellos arrebatos de pasión.
   Una vez, una noche en que no pude contenerme y fui a verla bastante tarde, luego de hacer el amor note que lloraba... en mi inexperiencia juvenil supuse que le había hecho daño de algún modo y le pedí disculpas... ella simplemente me miró en silencio y rompió en un llanto tan profundo como doloroso.... en mi inocencia solo atiné a abrazarla torpemente y sufrir con ella.... luego de un rato me pidió que me fuera.
   Esos días en la escuela estuve muy mal, cada vez que veía a Ivana no podía dejar de asociarla con Mimí y automáticamente pensaba en ella... fui varias veces a su departamento y colándome por el patio, golpeaba la ventana de su cuarto una y otra vez pero nada.
No estaba.
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   Recuerdo que un viernes a la tarde vino Pato a casa; entre agitado y extrañado me dijo que Mimí quería verme, y ya mismo... volando me calcé aquellas Adidas blancas de tiras rojas que mi vieja me había comprado el año anterior, y que por falta de uso estaban casi nuevas.
   Llegué a su casa y estaba esperándome con aquel vestido floreado que tanto me gustaba, fumando pensativa en el dintel de la puerta.

   Lo que hablamos esa tarde me lo guardo solo para mi, fue la conversación mas dulce y romántica que nunca jamas volví a tener  y en la cual aprendí mucho sobre el amor y el dolor, sobre la entrega incondicional  y la angustia; fue vivir una vida a los catorce y algo que me cambió para siempre.... Después hicimos el amor como nunca antes lo había hecho y viví sensaciones como jamas he vuelto a vivir, me despidió con el único beso en la boca que me hubo dado en todo el tiempo que estuve cerca de ella, y me regaló una navaja roja que yo siempre le había admirado y que tenía sobre su mesa de luz, la que aún hoy conservo como el regalo mas entrañable de aquella dulce época.
Aun recuerdo su mirada cuando doble la esquina camino a casa.
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Nunca mas volví a verla ni a saber de ella.
La busque y pregunte pero todo fue inútil...

Ahora solo vive en mis recuerdos.

Gracias Mimí, donde quiera que estés, por haberme enseñado el valor del amor!!!!



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